Una noche, Elisa se puso a llorar. Primero despacio como un gatito. Luego, tan fuerte que parecía la sirena de un carro de bomberos.
¿Por qué lloraba? Tras una noche entera sin dormir, al fin lo descubrimos.
Una noche, Elisa se puso a llorar. Primero despacio como un gatito. Luego, tan fuerte que parecía la sirena de un carro de bomberos.
¿Por qué lloraba? Tras una noche entera sin dormir, al fin lo descubrimos.